Hacia un ascenso radical de la conciencia política. La vía del espíritu integral.
Salvador Harguindey
“La sabiduría consiste en seguir dos caminos opuestos al mismo tiempo”.Lao Tse
“La espiritualidad es la forma más elevada de conciencia política.”Ángeles Arrién
Resumen
El enfoque de una política integral acogedora de la totalidad, también llamada política postconvencional, señala las limitaciones de las estrategias convencionales de la política actual para resolver los principales problemas en nuestras sociedades. Como alternativa, se ofrece una nueva aproximación de raíz dirigida a una praxis política psicológicamente más abierta, madura y evolucionada. Este paradigma exige un nuevo tipo de conciencia dirigida al espíritu y la conciencia humana de carácter universalizador. Desarrolla también un lenguaje diferente que a su vez es válido para todos los estadios de conciencia previos, un esperanto psicológico-político que está en condiciones de materializar una nueva visión lo suficientemente profunda y amplia para acoger, negociar y relacionar sana y pacíficamente las diferentes realidades, estados de conciencia y cosmovisiones en juego, llegando a poder aplicarse tanto a los conflictos dentro de una sociedad, a los diversos nacionalismos, e incluso a las relaciones entre civilizaciones completamente diferentes, ya sea en sus aspectos culturales, religiosos o evolutivos.
Introducción
Toda solución genuinamente superadora ha de pertenecer, por definición, a una dimensión por encima del nivel de conflictividad de un determinado problema. En este sentido, desde Albert Einstein a John White han concluido que ningún problema se resuelve en verdad al mismo nivel que se originó (Harguindey, 2000a). En consecuencia, para salir al encuentro de condiciones y soluciones verdaderas en la esfera sociopolítica, el desarrollo humano ha de progresar, ascendiendo a través de una serie de estados o estadios psicológicos de creciente madurez evolutiva, competencia emocional, sofisticación, empatía y compasión (Combs, 2000). De ahí que una nueva perspectiva radicalmente distinta es necesaria para integrar de forma sincrética cosmovisiones confrontadas, creadas y mantenidas por conciencias limitadas y valores contrapuestos, que tratan de imponerse desde sus respectivas posiciones parciales sobre la totalidad de la realidad, tanto interna como externa.
Las tres principales estructuras de la conciencia humana, junto con sus correspondientes valores y centros de gravedad, se resumen en la Figura 1. Dichos estadios, realidades o cosmovisiones distintas son: el modelo ancestral/colectivista/preconvencional o estadio II, el moderno/ individualista/ convencional o estadio III, y el integral/transpersonal/postconvencional o estadio IV. Cada uno de ellos acoge desde lo intrapersonal y subjetivo a lo social, objetivo y externo (Figura 1) (Harguindey, 1999b, p. 47).
Son cada uno de estos tres estadios o dimensiones los que predeterminan las bases de las diferentes agendas políticas (Wilber, 1995; Jordan, 1997, 1998a, Harguindey 1999). Condicionan asimismo las prioridades, escalas de valores, motivaciones y comportamientos de los individuos (Beck y Cowan, 1996). Llegan incluso a configurar la constitución anímica y los diferentes aspectos “religiosos” o espirituales del individuo: el ancestral-animista (estadio II), el moderno, propio de las civilizaciones mayormente cristianas de las democracias occidentales (III), y el adualista-panenteísta o unitivo e integral (IV). Este último resume en nuestro tiempo el espíritu detrás de la más honesta, bondadosa y sabia de gobernar y reinar, de clara influencia filosófica taoísta, según se explica de forma magnífica en recientes publicaciones (Lao Tse, 1994). Desde el punto de vista evolutivo, dichos estadios del espíritu humano conforman las diversas formas de ver el mundo a través de los llamados memes, a modo de estructuras de la conciencia que determinan, cual genes psíquicos, la forma en la que conforman toda la realidad externa (Beck, Cowan, 1996).
El estadio evolutivo convencional en el que se mueve la política oficial de nuestros días demuestra que su nivel de la conciencia, colectiva e individual, sobre todo en lo que atañe a lo intelectual, cultural y espiritual, no ha logrado mostrarse lo suficientemente amplio y elevado para acoger la globalidad de los complejos problemas existentes. Muchas de las desesperantes realidades del mundo actual piden un cambio pacífico, pero a su vez radical, basado en una nueva actitud que pueda ver más allá de los límites de cualquier realidad parcial y limitante, que al mismo tiempo sea capaz de acoger y defender las esencias básicas de cada una de ellas (Mindell, 1995; Beck y Cowan, 1996; Combs, 2000, Wilpert, 2000).
El concepto de política integral
Por este término se entiende aquella política que respeta las identidades y el verdadero contenido de todas las diferentes ideologías y realidades, tratando de integrarlas dentro de una cosmovisión sinérgica y sincrética donde todos salgan ganando. A su vez ha de estimular la sintonía entre unos y otros, así como una creatividad conjunta superadora de las diferencias naturales entre seres o colectivos distintos, para tratar de llegar a una síntesis humana unitaria del Conjunto Vital. Este enfoque permite comprender que lo que en la superficie se aparecen como “desacuerdos políticos” en profundidad se demuestran como un conflicto de valores e interpretaciones opuestas de lo que es, o cómo debiera ser, la realidad, que en esencia emanan de diferentes estadios de crecimiento y evolución colectiva (los “core patterns” de Beck y Cowan (1996) (Figura 1). Debido a esto, algunos especialistas en resolución de conflictos han llegado a la conclusión que “toda lucha y conflicto político se ha transformado, incluso desde su misma raíz, en una confrontación entre estructuras, estados y/o estadios diferentes de la conciencia” (Cowan y Beck, 1996; Jordan, 1996, 1998a; Harguindey, 1999; Combs, 2000).
De la enfermedad a la salud. “Demo-cracy yes -- Demon-crazy no”
Sólo se puede tratar de curar adecuadamente una enfermedad si el diagnóstico de su naturaleza íntima es correcto. La democracia, al menos en este país, parece haber `pasado de ser una “democracy” a una “demon-crazy”, lo que podríamos traducir como un “diablo enloquecido” o una “locura endemoniada”. Para comprehender algo desde su más íntima esencia a sus manifestaciones externas, es imprescindible llegar hasta su raíz más profunda (es decir, hender hasta la raíz para llegar al diagnóstico etiológico, o radical) en orden a primero acoger el todo comprehensivamente para luego construir desde allí un fuerte tronco y unas sanas ramas (Pániker, 1982, 1987; Grof, 1992, 1995; Harguindey, 2000a). Aunque, según ha afirmado Chopra (Chopra, 2000, p. 318), todos hacemos las cosas lo mejor que podemos desde nuestro propio nivel de consciencia. Por ello, la verdadera paz sólo podrá ser alcanzada mediante una negociación interétnica e intercultural basada en la búsqueda de una sana y profunda interrelación entre niveles y estadios diferentes, en este caso entre los valores tradicionales- ancestrales de la cosmovisión II, y la convencional-moderna, o realidad tipo III , pero interpretada desde la visión del estadio IV, estadio de conciencia a cuyo nivel la hipocresía, la corrupción y la búsqueda de poder y confrontación estén vedados de forma natural. Esta última cosmovisión o paradigma se empeña en crear un sentido de dirección universal, válida, justa y creativa para todos los seres y para todas las partes involucradas en un conflicto. Por ello, diversos investigadores y especialistas en el campo de la solución de conflictos políticos (Curle, 1995; Mindell, 1995; Beck y Cowan, 1996; Jordan, 1998a, 1998b; Rosenberg, 1999) han ideado diversas propuestas y soluciones alternativas inéditas que orientan en los nuevos senderos a seguir basados en la perspectiva integral y posconvencional, conocida también como “democracia profunda” (estadio IV, Figura 1).
Para enfrentarse con los males más serios y los conflictos más profundos las estrategias modernas del estadio democrático III, enfocadas principalmente hacia los derechos de los individuos y sus sociedades presentan dos problemas fundamentales que reducen, cuando no anulan, toda perspectiva de éxito. En primer lugar, existe una creencia exagerada en que las reformas de las estructuras externas de la sociedad, aunque sin menospreciarlas (leyes, aspectos económicos, jurídico-políticos, etc.) - los llamados “factores externos” - son el mejor, si no el único método, para mejorar nuestras sociedades, cambiar nuestras realidades y dar un sentido y una mejor dirección a nuestra vida, individual y colectiva. Las ideas, por muy bellas que se aparezcan ante los ojos, no pueden ser llevadas a cabo sin el correspondiente crecimiento, ascenso y transformación, tanto personal como colectiva de la conciencia humana, tal como ha dicho recientemente el Dalai Lama. Parece asimismo evidente que se podrían aliviar muchos problemas sociopolíticos si la mayoría de las personas estuvieran firmemente comprometidas a valores universalistas que corresponde al nivel de conciencia conocido como cosmocéntrico o integral-holístico de Wilber (Beck y Cowan, 1996; Wilber 2000a).
De las limitaciones y enfermedades del modelo político actual a un modelo adualista
El segundo problema y limitación que presentan las estrategias políticas convencionales es que el sistema político, incluso el más democrático, está enfermizamente invadido por una “mentalidad de adversario”, una perspectiva fundamentalmente competitiva que puede llegar a manifestarse como un neototalitarismo disimulado (Pannikar, 1999). La experiencia ha demostrado suficientemente que dicha mentalidad dualista y confrontadora crea más problemas de los que resuelve. Muchos políticos convencionales, que deberían estar comprometidos a lograr resolver los principales problemas, devalúan e incluso se oponen agresivamente a considerar soluciones globales, dando preponderancia la parcialidad. En vez de ello prefieren oponerse a los contrincantes políticos, ya sea por intereses personales o partidistas, estos últimos escondidos detrás de conceptos tan obsoletos como el de las “ideologías”. Esta actitud, cada vez más empobrecida y empobrecedora, parcial y limitada, se degrada progresivamente hacia una superficialidad y narcisismo rampantes, así como hacia el egocentrismo, la megalomanía, la vanidad y la pedantería política, creando en su caída pseudologías fantásticas de todo tipo de narrativas psicológicas elegidas según la identidad, apasionamientos, conveniencias, hipocresías y dependencias de cada cuál. Por nuestra parte, hemos criticado hasta la saciedad toda esta serie de “pecados” de la modernidad al mismo tiempo que nos hemos esforzado y seguimos esforzando por comunicar estos cambios y su “utopía posible” (Harguindey, 2010).
Por lo tanto, se comprende cada vez mejor el creciente desinterés público en las “políticas de partido” y sus dualismos, lo que en el fondo puede constituir un esperanzador signo de los tiempos. Esta tendencia indica que las verdaderas soluciones pueden residir en nuevas ideas, a ser posible inéditas, y no en trasnochadas ideologías. Ello coloca a los clásicos partidos dualistas (derechas-izquierdas) en los baúles del pasado. De ahí que los debates políticos convencionales se conviertan cada vez más frecuentemente en una constante, aburrida y repetitiva reiteración sobre camino trillado, siendo mayormente inútiles por mostrarse superficiales y exentos de creatividad ni originalidad alguna, e incluso buena intención, sinceridad y sabiduría. En definitiva, el estancamiento tanto en valores excluyentes y conciencias parciales se transforma en algo obviamente ineficaz para resolver los conflictos más serios y profundos, tanto dentro de una misma sociedad como entre sociedades y realidades distintas. La inevitable consecuencia defensiva de las clases políticas y sus políticos de profesión es la propensión de la mayoría a adherirse a puntos de vista rígidos e inflexibles, posicionamientos que inevitablemente llevan a todo tipo de frentismos. El dolor, la hipersensibilidad y el sufrimiento secundarios a dichas actitudes arrastran a unos y otros a un estado de soberbia y arrogancia que lleva al conjunto a tratar de imponer una determinada posición premeditada o interés particular sobre los contrincantes.
Por el contrario, el nuevo camino, adualista o supradualista, se abre a la perspectiva de acoger y sostener simultáneamente en nuestras mentes y actitudes realidades y cosmovisiones opuestas. Pretende transformar la realidad, de forma progresiva, pacífica y sinérgica, en una que supere la confusión, la fragmentación y el astillamiento actuales accediendo a una forma de cohesión superior. Esta ha de ser capaz de integrar sinérgicamente la totalidad del Conjunto Vital de forma pacífica y ordenada dentro de una nueva realidad, una no homogénea sino diversificada, que sea a la vez compatible con todas las diferencias e identidades tanto entre individuos como entre grupos (Panikkar, 1985). Se pretende lograr así una forma de comunicación que no pueda ser manipulada por egoísmos personalistas o intereses partidistas, y que a su vez ofrezca una visión supralaberíntica capaz de integrar y acoger los extremos más separados y las máximas complejidades de los diferentes contendientes.
Dicho paradigma postconvencional implica una dialéctica entre las diversas subjetividades libre de intento alguno de manipulación o dominación, quedando siempre por encima de cualquiera de las agresivas dialécticas monolíticas presentes, que no van más allá de representar monólogos interiorizados y excluyentes. En el nuevo camino del estadio IV, más evolucionado e integrador, el concepto de “diá-logo” significa “palabra entre dos”, lo que exige y comienza por escuchar desapasionadamente las preocupaciones y necesidades de otros, incluso de los oponentes, llegando incluso a intentar ver las cosas desde su punto de vista (por empatía y cambio de rol) , tratando así de buscar soluciones que tomen todos los factores en consideración a la vez que no se pretende en ningún momento imponer la opinión propia sobre la de los demás.
En este sentido, tanto la política actual, moderna e individualista, el llamado “Sistema”, poropio del estadio III, pertenece a un modelo confrontador debido a su propia naturaleza, ese que hace del amigo un enemigo y del hermano un extraño. Ahí ha de incidir precisamente la nueva aproximación conceptual IV, también conocida por algunos como “metapolítica”, política transpersonal o modelo aperspectival y transmoderno (Wilber, 1995; Ray, 1996; Jordan, 1998a, Harguindey, 1999; Panikkar, 1999). Esta última actitud, al contrario que las otras, tiende a hacer del enemigo un amigo y del extraño un hermano. Su pasión es la com-pasión, es decir, una profunda empatía, un ponerse al nivel y en lugar del desheredado e incluso del “enemigo”. Es pertinente recordar aquí la pionera frase de Abraham Maslow al respecto para resumir el nivel de conciencia política de la espiritualidad del estadio IV: “Desde la perspectiva transpersonal se puede proponer un programa político integral en media hora” (Maslow, 1989). Una de las principales misiones de este nuevo sendero también es la de llegar a las raíces para arrancar allí las causas del sufrimiento en orden a superar los estados mentales destructivos (Pániker, 1982, 1987; Panikkar, 1999). Esta perspectiva, que por desgracia es casi exclusiva de grandes hombres del espíritu y la cultura - los seres autorrealizadores definidos por Abraham Maslow, y que evidentemente no corresponden al político habitual de nuestros días -, coincide con el tipo de pensamiento sintetizado por la vasco-americana Angeles Arrién al afirmar que “la espiritualidad es la forma más elevada de conciencia política” (Arrién, 1993).
La necesidad de un crecimiento y evolución ascendentes
Es totalmente necesario que la perspectiva integral, en su aspecto de mediadora en un determinado conflicto, se mantenga por encima y/o fuera del nivel de conflictividad (Beck y Cowan, 1996; Wilber, 2000a, 2000b). Los diversos investigadores pioneros de este enfoque (Jordan, 1998, Schroder y cols., 1967; Kohlberg, 1969; Habermas, 1976; Rosenberg, 1988; Kegan, 1994; Wilber, 1995; Wilpert, 2000) han estudiado en profundidad y caracterizado los tres estadios evolutivos ya mencionados.
El estadio III (Figura 1) (estadio convencional, racionalista, ideología moderna, democracia global o cuantitativa), posibilita una moderada capacidad de integración de la complejidad. Al contario que el estadio II, donde predomina lo colectivo, en este caso el peso recae en el individuo, con su personalidad propia. Este se compromete a aceptar a todos los demás, por diferentes que sean. El individuo, y no la colectividad, pasa a ser el centro de gravedad de las sociedades modernas occidentales (Figura 1). A partir de la entrada en este estadio queda inaugurada la llamada “racionalidad”, con su libertad y responsabilidad individuales y un modernismo racionalista heredado de la Ilustración. En definitiva, el comienzo del estadio III representa también el nacimiento de “la persona” así como del humanismo moderno. Únicamente a partir de este nivel de individuación y responsabilidad personal se posibilita el concepto de democracia, que implica el respeto por los diferentes y las minorías, junto a un cierto grado de flexibilidad y tolerancia en la percepción e interpretación de la realidad, por compleja y variopinta que esta sea. Sin embargo, el ego está todavía encerrado y centrado sobre sí mismo (estadio ego-céntrico), aunque en una camisa de fuerza conceptual menos rígida que la del estadio anterior.
Sin embargo, incluso a este nivel la conciencia todavía se siente obligada a elegir entre “esto o aquello” (dualismo), no siendo aún capaz de acceder a un “esto y aquello” (adualismo), que será propio del estadio IV (Wilber, 1995). La política de derechas/izquierdas asciende por fin en una política “ambidextra” donde las ideas oscurecen las ideologías clásicas. Toda actuación desde el estadio III hace inevitable que siga existiendo abismo y ruptura insalvables, sin posibilidad alguna de curación o sanación integral, síntesis sinérgica o reconciliación de opuestos (Jung, 1971, 1989). Con estas limitaciones, el pensador lineal, orgulloso poseedor y a su vez víctima de la absolutización del racionalismo encarna el éxito y fracaso del meme de la modernidad. El que incluso entre los círculos políticos y científicos ortodoxos más prestigiosos, así como en un cada vez menos creativo y más burocratizado academicismo, aún no es capaz de construir contextos generales cibernéticamente interrelacionados u ofrecer soluciones globales e integradas (compárense valores del estadio III y IV en la Figura 1). Su capacidad de integración de la complejidad y su creatividad aún no están lo suficientemente desarrolladas, pendientes del ascenso, como salto cualitativo ascendente, necesario.
La mente del pensador convencional - el mediático político de nuestros días - no es capaz de concebir la resolución ideal de un conflicto de forma que todas las partes queden satisfechas, lo que por otra parte, no le interesa. Ganar-vencer, esa es la única respuesta que conoce y que hay que lograr a cualquier precio. Esto es debido a que sólo es capaz de considerar la existencia de metas incompatibles, competitividad y confrontaciones insolubles. Así que este enfoque y modo de razonamiento únicamente puede concebir que sólo el dominio de una parte sobre la otra, refrendado en las urnas como mal menor, es la única posible salida a cualquier desacuerdo, crisis o conflicto. Se habla de vencedores y vencidos, sin ser capaces de imaginar la posibilidad de que al final todos salgan vencedores y nadie vencido. Este modelo, que históricamente inauguró el concepto de estado nacional, sigue adherido a dicho modelo como el pensamiento único posible y lo políticamente correcto. En la vida individual o política el ser humano que sólo ha evolucionado hasta el estadio III, con sus valores rígidamente establecidos (Figura 1) desarrolla el sentimiento y la ilusión - que pronto se tornarán delusión y falacia -, de estar en posesión de una personalidad única y separada que representa su esencia última y las posibilidades máximas de su naturaleza. De estancarse en esa perspectiva, su ego se deslizará inevitablemente hacia un feroz individualismo ego-ísta, ego-céntrico y egó-latra, cuyo triste resultado final acaba en el actual narcisismo rampante, superficialidad, un relativismo y nihilismo conformistas y un postmodernismo “light”, chato, sin profundidad ni capacidad de ascenso, acabando la existencia vacía de sentido o significado alguno (Washburn, 1999).
En busca del alma perdida
Por otra parte, la personalidad convencional permite al ser humano hacer algo por los demás, pero siempre que, en primer lugar, ello sea beneficioso para sí mismo. Todo queda referido y supeditado a “mis” deseos, “mis” intereses, “mis” necesidades, “mis” relaciones, “mi” habilidad para mantener una concepción idealizada de mí mismo, “mi” imagen, “mi” fama, “mi” poder, “mi” dinero, “mi” ego, etc. La alienación inducida por este nivel llega en ocasiones a una insaciable dependencia de acumular prestigio, dinero, fama y/o poder en orden a aparecer como persona de éxito, importante, significativa, respetada, admirada, grandiosa, etc. Dicho sistema de valores define uno de los mayores pecados de la civilización occidental y del desalmado materialismo a ultranza de nuestros días, deficiencia que Carl Jung definió como la del hombre moderno en busca de un alma (Jung, 1971). Un alma que ese hombre ha perdido, lo que le asemeja y a su vez distingue del ser preindividualizado del estadio II que le precede, en que aquel todavía no la ha desarrollado, ni siquiera encontrado en muchos casos (Wilber, 1995; Jordan, 1998c). En la terminología de las dinámicas espirales de Cowan y Beck el estadio III corresponde a los colores naranja y verde, éste último a caballo tanto con el estadio anterior como con el siguiente (Beck y Cowan, 1996; Cowan y Beck, 1996 (Figura 1).
Pero el “alma” aún se puede reencontrar evolucionando o ascendiendo al estadio IV, para lo cual es imprescindible un cambio de conciencia, una revolución interior. Estadio que se caracteriza también por lograr acceder a una elevada capacidad de integración de la complejidad. Su nivel de conciencia trata de mostrar que las diferentes perspectivas pueden relacionarse sanamente las unas con las otras. Dicha concienciación pertenece a un estado de un elevado grado de desarrollo humano que defiende la cooperación solidaria sobre la competitividad confrontadora. En sus formas más maduras dicho marco de conciencia ampliada, desde personal a sociopolítico, puede llegar a estar en condiciones de acoger todas las paradojas, contradicciones e incompatibilidades existentes entre las diferentes perspectivas previas, salvo, tal vez, la regresión a una profunda psicosis (Washburn, 1999). La nueva actitud y perspectiva se utiliza para desarrollar propuestas creativas e inéditas en orden a actualizar toda nueva intuición. El odio creado por la interacción entre los estadios anteriores II y III, o incluso dentro de cada uno de ellos, se sustituye aquí por la compasión y la empatía, pudiéndose llegar a sentir sincero amor por el enemigo en los estadios evolutivos más elevados y adualistas (Frankl, 1979; Chopra, 2000, Wilber, 2000b).
Permitiendo el acceso directo a la raíz de un conflicto (Harguindey, 2009), la perspectiva postconvencional nos capacita para salir espontáneamente al encuentro de soluciones intuitivas que puedan satisfacer a todas las partes. A partir de ahora la posibilidad de identificarse con ilusiones o delusiones narcisistas, sean individuales o grupales, ya no es posible. Incluso el ego separado queda en un segundo término de nuevo, pero ya no al nivel prepersonal y no lo suficientemente diferenciado propio del estadio II, sino al del transpersonal, espiritual e intelectualmente evolucionado del IV. Asimismo, esta actitud logra que la vida adquiera un nuevo y trascendental significado (Frankl, 1979). La estructura mental de este nuevo estado se dirige al compromiso político desde el espíritu de lo metapolítico (Panikkar, 1999). Aspira a una autenticidad total y a promover valores sinceramente altruistas, mientras que toda otra motivación egocéntrica es superada, y así rechazada. La conclusión es que todos los seres humanos tienen el mismo derecho a que sus necesidades sean satisfechas y sus perspectivas consideradas, siempre desde una sincera humildad y bondad. De esta manera el ser humano se autotrasciende y consigue evitar todo tipo de comunicación violenta al mismo tiempo que da a su vida un nuevo significado y sentido (Rosenberg, 1999).
Sabemos que para liberarnos del sufrimiento hemos de aspirar a eliminar sus causas y raíces, según ha dicho recientemente el mismo Dalai Lama (Harguindey, 2007). Este pensamiento “holístico” enseña que la raíz del sufrimiento se halla en nuestra ignorancia, en los anhelos desenfrenados, en la ira y el odio, lugar donde la cólera se convierte en la más horrible y frenética de nuestras emociones negativas, antesala de toda perversidad incontrolada y el peor enemigo del hombre. Por ello, sólo un tipo de análisis radical, que posibilita el acercamiento al origen (¿cual ensayo retroprogresivo?) (Pániker, 1982, 1987), puede lograr desarraigar las causas de los conflictos y, de esta manera, superarlos. La nueva actitud creativa y nivel educativo que conlleva, consiste en ayudarnos a que las causas de dicha patología se desarmen a sí mismas por la vía natural, momento en que la crisis queda convertida en una oportunidad de superación.
En resumen, la perspectiva política integral ofrece un enfoque primordial para desbloquear situaciones inveteradas a través de una ingenuidad autoimpuesta, humildad, sinceridad y autoestima (todo lo contrario del narcisismo), mezclando la osadía con una gran dosis de prudencia. Finalmente, el investigador en la solución de integral conflictos ha de haber aprendido a vivir con elevados niveles de ansiedad y frustración sin caer por ello en el error de culpabilizar a otros por los problemas y limitaciones propias (Maslow, 1989; Harguindey, 1999). En el método de las dinámicas espirales de Beck y Cowan este estadio corresponde a los colores amarillo, turquesa y coral (Cowan y Beck, 1996) (Figura 1).
Vías para el desarrollo de una política integral
La concienciación principal del modelo integral ha de cooperar a dar un salto cualitativo desde el que establecer normas lo menos rígidas posibles para el funcionamiento de la sociedad dentro de programas concretos y construcción de procesos evolutivos abiertos. Se posibilita así el poder hallar satisfacción a las diversas necesidades, no siempre fácilmente compatibles unas con otras, dentro de identidades más globales y acogedoras del todo.
Las vías en las que la política integral se esfuerza son:
a) Los conceptos deben sentirse como poseedores de una aplicación universal y ser válidos para los tipos de contextos sociales y culturales más variados.
b) Sus valores deben ser sentidos como desafíos reales a un nivel personal, cuya vivencia y puesta en práctica podría lograr una mejora substancial en lo personal y lo social.
c) Sus propuestas han de poder ser aplicadas en interacciones diarias de forma concreta e inmediata.
d) Su paradigma ha de presentar el potencial de ser transformador en el sentido de lograr la mejora universal de la/s sociedad/es y los individuos Al ser introducido en las interacciones diarias ha de ser capaz de promover situaciones positivas y pacificadoras en la forma en que la sociedad opera.
La puesta en práctica de una política integral
El espíritu de la política integral se caracteriza por ciertas cualidades que han sido resumidas con anterioridad por Jordan y Wilber entre otros (Jordan, 1997, 1998a, 1998b; Wilber, 2000a).
a) Una política integral se caracteriza por no adherirse a ninguna identificación exclusiva o sistema único de interpretación. Mientras que todas las personas pueden tener una perspectiva favorita, se es consciente de que todas ellas tienen sus valores intrínsecos y sus limitaciones.
b) Disolución de odios y enemistades. La perspectiva postconvencional-integral ve las acciones como resultado de procesos y contextos muy complejos en donde inciden multitud de factores de índole física, psicológica, social, económica, histórica, cultural, intelectual, política y espiritual. Constituyen por lo tanto complejas cadenas de sistemas donde se hace difícil señalar culpabilidades únicas y momentos determinantes. A partir de ahora existen problemas que hay que tratar de resolver más que luchas que hay que luchar.
c) Habilidad para manejar con éxito tensiones entre valores universales y aquellos centrados en intereses grupales. Esto presupone la necesidad de una capacidad de discriminación extraordinariamente sensible sobre las motivaciones abiertas y ocultas en el mundo de la política y de las relaciones humanas.
d) Discriminación entre acciones en nombre del interés común e intereses personales. Es imprescindible distinguir entre ambos para dejar a un lado toda manipulación interesada de individuos o grupos, tanto como para poder contrarrestar cualquier efecto basado en la hipocresía o en los intereses personales.
e) Apertura a la autotransformación. Permite y estimula una evaluación crítica de in-grupos y grupos externos por igual (Vía Crítica, Crítico-Constructiva o Cuarta Vía de Wilpert) (Wilpert, 2000).
f) Respeto al verdadero contenido de todas las ideas e ideologías. Este punto incluye la consideración de respetar los diferentes estadios evolutivos sin mezclas desarraigadas o caóticas.
g) La visión postconvencional critica las limitaciones de toda política monolítica. Esta visión aconseja: 1) La creación y descubrimiento de metas supraordinarias que incluyan a la sociedad entera; 2) El desarrollo de encuadres políticos de un orden superior; 3) La búsqueda de referentes simbólicos universales y comunes a todas las partes enfrentadas que se hallen por encima del nivel causal del conflicto (perspectiva supracultural y supralaberíntica).
h) Sobre la naturaleza del bien y del mal en el mundo de lo sociopolítico. Se define el mal en la política (patocracia) como un bajo nivel de conciencia, aparte de como un bloqueo que impide el ascenso del mal al bien. Por el contrario, se interpreta el bien como el resultado de un elevado nivel de conciencia (Chopra, 2000). Asimismo, el mal es lo que impide el paso de la parcialidad a la totalidad y/o de lo deficiente a lo completo. De esta manera, el bien y el mal también pueden ser radicalmente enfocados desde una perspectiva evolutiva, hecho que ha sido subrayado asimismo en estudios recientes sobre la esencia íntima, causas, características, caracterología y problema de la existencia del mal, tanto en el mundo de la política como en la vida humana en general (Peck, 1983; Harguindey, 1999, 2000a, 2010).
i) Finalmente, lo integral propone un proceso de crecimiento e individuación colectiva y, simultáneamente, otro paralelo de colectivismo individualizado y solidario.
MODELOS, ESTADIOS Y DIMENSIONES EVOLUTIVAS
DE LA CONCIENCIA POLÍTICA (Eds)
DE LA CONCIENCIA POLÍTICA (Eds)
II (ED2)
Modelo preconvencional, colectivista
(ancestral, matrilineal) Premodernismo Preindoeuropeo Comunalismo (vasco, otros) Marxismo
Ego eco-lógico Homogeneización, igualitarismo Democracia interna
Política interiorizada (cualitativa, excluyente) Sociedad/es cerrada/s Antijerarquia
Crecimiento plano (intratelúrico-horizontal) Conciencia bidimensional
Pre-egoico: preverbal-sentimental Mítico-racional (pre-racional) Lógica del corazón
Mente emocional
Ojo de la carne (instinto, sentimiento) Pensamiento secuencial
El centro del ser: "El pueblo indígena" "El ayer (mítico) como hoy" (regresivo) Religiosidad panteísta-atea
Dios= Diosa/Madre/Tierra
Matriarcalismo
Tiempo cíclico (edénico, ¿preedipico?) Visión del Mundo 2 (VM-2)
(cosmovisión parcial A, monológica) Hiperdualismo
C:IC(*): pobre
DE-V-memes (**): PÚRPURA/ROJO
III (ED3)
Modelo convencional, individualista(neo-ilustrado, patriarcal-lineal) Modernismo
Europeísta
El Sistema (occidental)
Neoliberalismo
Ego ego-céntrico Competitividad Democracia externa Política exteriorizada
(cuantitativa, globalizadora) Sociedad/es abierta/s Jerarquía
Crecimiento vertical (telúrico-ascendente) Conciencia tridimensional Egoico: verbal-mental.
Racional, Lógica de la razón ilustrada
Mente reduccionista-analítica
Ojo de la mente
(racionalismo moderno) Pensamiento lineal
El centro del ser: "El individuo"
El hoy como ayer y mañana (bloqueado)
Religiones dualistas (ortodoxias) Dios= Padre/Cielo (excluido, alejado) Patriarcalismo
Tiempo lineal (caída en el ego, postedípico) Visión del mundo 1 (VM-1)
(cosmovisión parcial B, monológica) Dualismo
CIC(*): moderada
AZUl/NARANJA VERDE
IV (ED4)
Modelo postconvencional, mixto (individualismo colectivista) Mestizaje (híbrido) Post/Transmodermismo
Cosmocéntrico (mundocéntrico-planetario)
El Nuevo Paradigma (Oriente-Occidente) Política Integral (Polítíca-II)
Ego autotrascendente (Trans-ego)
Com partir (diversidad sinérgico-enriquecedora) Democracia profunda
Política objetivo-subjetiva
(incluyente de la totalidad) Sociedad/es universal/es Holarquía
Crecimiento holonómico
(integrado, mixto-ascendente)
Cuartidimensional (cuántico-relativista) Trans/metaegoico (postverbal)
Transracional (intuitivo, visión-lógico) Lógica transmental (supraindividual) Mente cósmica (transpersonal)
Ojo contemplativo
(místico-unitivo, autotrascendente)
Pensamiento cibernético (interrelacional)
El centro del ser: "El Cosmos ("vacío vivo")
Ayer, hoy y maiñana como uno (tiem po abierto integrado) Fi losofía Perenne (espiritualidad unitiva, advaitismo)
Dios=Haciéndose-Desplegándose (impl icado) Fratriarcalismo
Eterno Presente (cíclico-lineal, atemporal/transtemporal) Cosmovisión integrada
(VM-1 + VM-2) (omniabarcante, bilógica-integral)
Adualismo
CIC(*) : elevada AMARILLO/TURQUESA
(*) CIC:Capacidad de integración de la complejidad
(**) DE: Dinámicas espirales - V-memes: memes de valoración(
(**) DE: Dinámicas espirales - V-memes: memes de valoración(
Modificado de Harguindey, 1999)
Referencias
Arrién A. (1993). The Four-Fold Way: walking the Paths of the Warrior, Teacher, Healer and Visionary. Harper: San Francisco. (Hay traducción al castellano: Las Cuatro Sendas del Chamán. Ediciones Gaia, Madrid.
Beck DE, Cowan CC. (1996): Spiral Dynamics. Mastering values, leadership, and change. Malden (Mass.): Blackwell.
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Salvador Harguindey, 2011