lunes, 13 de enero de 2014

Vocación, estadios superiores de conciencia en grandes creadores en la ciencia y la medicina. Expertos e “inpertos”. Una visión radical

ENERO 2013 - GenT-
 
“La vocación es el sentimiento más paradójico que se puede imaginar. Es una llamada, interior y repentina, que por una parte confiere a un individuo la máxima libertad imaginable, pero por la otra no le permite ninguna elección. Al ser totalmente absorbente y exigente con la persona, le quita toda libertad para elegir otro destino. A veces incluso le obliga dejar de ser lo que era y el que era para obligarle a convertirse en otro ser completamente diferente”. 
Dr. Jose Luis Arranz Gil. 

Hoy en día se oye por doquier, tanto en el mundo de la medicina como en otros muchos ámbitos, ese repetitivo cliché de que alguien “es un gran profesional”. La sociedad, el modelo de pensamiento único actual, con su cada vez más empobrecido y empobrecedor racionalismo moderno, el mismo academicismo - cada vez más vulgar y corrupto institucionalmente, e incluso personalmente en algunos casos -, la práctica de la medicina, etc., está lleno de grandes profesionales, muchos de ellos muy respetables, a pesar de no tener porque ser grandes creadores ni padres de nuevas y maravillosas ideas originales.

Este es el mundo y estadio de “los expertos” en las diferentes disciplinas, de la ofiicialidad, de lo racional, del poder político, de los banqueros, incluso del academicismo y de la universidad. Los expertos representan la llamada “ciencia normal” por Thomas Kuhn y al “cientifico medio” de la cita inicial de Nietzsche, todos ellos encuadrados en el status quo, en el Sistema. Kuhn apuntó certeramente que es precisamente la profesionalización la que conduce a una inmensa limitación de la visión de los científicos y a una resistencia considerable a los cambios de forma de pensar y de paradigma, y por ello, al verdadero progreso. 

Pero asimismo es el mundo de una competitividad desalmada, de la agresividad, del materialismo, de unos egotismos a toda prueba, así como de la corrupción, la hipocresía y la envidia. Representa la mayor parte de la vida actual, inmersa en el paradigma del dualismo confrontador y de la preponderancia del omnipotente ego, o en su versión crítica, del ego-ísmo, de la ego-latría y del ego-centrismo. Pero nuestro experto también se queda fuera de algo (ex-) al verlo todo desde fuera de su propia esencia y naturaleza, actuando desde los valores y modas de lo superficial y conveniente. Así el narcisismo se ha convertido en el gran pecado de la civilización moderna.

En este punto es donde aparecen, e interfieren, “los in-pertos”, los cuales este autor reconoce que son los depositarios de su cariño y simpatías. Lo primero que hacen es echar la vista atrás, volviendo a las propias raíces, ya que a veces muchas de las soluciones del futuro están escondidas en el pasado, en el origen, en la misteriosa llamada de la vocación, cual intento de retroceder antes de volver a avanzar con más ímpetu, proceso creativo que ha sido etiquetado por Salvador Pániker como “ensayo retroprogresivo”. 

Y en nuestro mundo, el de los médicos e investigadores, comenzando por añorar aquellos tiempos juveniles como estudiantes de medicina en los que lo que más se valoraba y más se nos inculcó, si no lo teníamos ya dentro, era la vocación (Gracias, Don Eduardo). Ahí aprendimos que a la vez de formarse como unos grandes profesionales algunos sentían que era más importante formarse como “unos grandes vocacionales”. Y eso es lo que nos ocurrió a algunos, gracias a Dios (y a Don Eduardo Ortiz de Landázuri). 

Por supuesto que la vida convierte a las personas, médicos en este caso, en expertos en algo, pecata minuta de cualquier manera, no más que el aprendizaje de un oficio, lugar donde la pasión suele desfallecer a la vez que la rutina, la conveniencia y el adocenamiento van instaurándose y cobrando vida, momento preciso en que la vocación comienza a morir. Pero esa llama inicial a veces se reaviva desde sus cenizas, lo que lleva a unos pocos, los más creativos habitualmente, a convertirse en “inpertos”. Raza de rara avis la de estos, que se identifican y se sienten uno con la esencia de los problemas y su naturaleza íntima (adualismo), tratando de ver los problemas desde dentro de su propia naturaleza e intimidad, a través de la in-tuición, es decir, de esa indefinible enseñanza del intangible espíritu, o tuición interior. 

Fundiéndose apasionadamente con la misma esencia y naturaleza de los problemas, se accede a ellos desde su misma raíz, desde el origen, desde la escondida savia del árbol de la ciencia, desde ese misterioso “órgano de la imaginación creativa” de Rof Carballo, o, lo que es equivalente, merced al acceso directo a ese asimismo inexplicable choque frontal con “el fenómeno primigenio” según lo trató de comprender Goethe. Mientras, las ramas del árbol de la ciencia, en su superficie, siguen siendo explotadas por los expertos, los cuales, de paso, son muy felices atesorándolas, dominándolas y sacando todo el provecho material posible de ellas. 

El conflicto surge cuando los “IN” se inmiscuyen en el campo de los “EX”(pertos), tratando de trasmitir soluciones inéditas, descubrimientos asombrosos, gracias a nuevas y aparentemente (al menos al principio) locas y descabelladas ideas. Pero es que el estadio de los EX-pertos, tantas veces desde un estrecho y rígido neonazismo mental y espiritual tan propio del estadio del pensamiento racionalista a ultranza no es capaz de aceptar que casi nunca hay esperanza alguna para toda idea que no parezca extraña al principio. 

La mentalidad moderna-racionalista propia de los EX, tampoco puede comprender que en lo tocante a la ciencia, la autoridad de un millar no es superior al humilde razonamiento de un hombre, al menos según Galileo. Y como su hambre es de “datos”, nuevos o que al menos suenen a nuevos, para que así la maquinaria de producción no se pare, tampoco comprenden que en muchas ocasiones lo importante en la ciencia no es tanto obtener nuevos hechos como descubrir nuevas formas de pensar sobre ellos, y que investigar es “ver lo que todo el mundo ha visto y pensar lo que nadie ha pensado” (Szent-Gyorgyi/Heisenberg). 

Y es que para que aparezca de novo uno de esos infrecuentes actos genuinamente creativos es imprescindible contar con un estado de elevada energía que hace posible una percepción nueva por medio de una mente hipersensible. Todo esto hace que los IN(impertinentes) sean frontalmente rechazados por el dominante brave new world de los EX(pertos), los que de paso se otorgan las verdades absolutas en los campos que dominan, al menos política y económicamente, ya sea en el mundo de la ciencia, la medicina, la investigación, la economía, la política, etc. 

Estos últimos pertenecen a ese status quo que se defiende hasta sus últimas consecuencias, y que por lo general se mueve a nivel del academicismo o en altas esferas de la política y/o de las multinacionales químico-farmacéuticas, estamentos todos ellos cada vez más desprestigiados. Un estadio mental, racionalista a ultranza, que presume de tener fichados a los “peligrosos” avatares y líderes del cambio y del progreso, cuando en muchos casos, no en todos, le invade un gran misoneísm  y terror a cualquier cambio de paradigma y así al verdadero progreso, tal como anunció Thomas Kuhn en su libro “La estructura de las revoluciones científicas”. 

Por todo ello, los EXpertos siempre tratan a los IN-pertos de IM…pertinentes. Lo que faltaba. Por fin, cuando el poder de los EX no puede evitar que una nueva y gran idea brote desde los sorprendentes subsuelos de la mente humana y salga a la superficie, florezca y triunfe, aunque hasta ese momento se haya hecho todo lo posible para que siguiera enterrada, y a sus defensores con ella, es el momento que los IN recuerdan a los EX aquello de que toda nueva gran idea pasa inevitablemente por tres fases: primero es ridícula, después es peligrosa, y después... ¡todos la sabían! 

Y es que no es nada nuevo recordar también que “los grandes espíritus siempre han encontrado una violenta oposición por parte de las mentes mediocres”, Einstein de nuevo al quite. Lo que nunca entenderá la mente mediocre es que raramente si alguna vez se da el nacimiento de una nueva y más elevada conciencia sin dolor ni de una gran idea si no es merced a una inmensa soledad y sufrimiento de la personalidad creadora que la alberga. Y cuanto más grande e importante sea la idea, mayor el sufrimiento para que se pueda dar a luz. Mientras, la despiadada intolerancia de la vulgaridad y la mediocridad siempre seguirá tratando de obstruir con todas sus fuerzas y agresividad las vías del genio, del heroísmo, de la originalidad y de la santidad (Juan Ingenieros, en: “El hombre mediocre”).