Dedicado a la memoria del Dr. Juan Rof Carballo y del Profesor Eduardo Ortiz de Landázuri
Política, medicina y creatividad
La mayor parte de la sociedad, sea nacional, occidental, y tal vez mundial, siente que vivimos en una espiral de cambios, cada vez más vertiginosos e incontrolables, con crecientes fracturas y fragmentaciones de todo tipo y a diferentes niveles: personal, familiar, social, político, económico, interreligioso, etc. Aunque nadie sepa con certeza hacia donde se dirigen estos cambios su espiral descendente no augura precisamente que vaya hacia un mundo mejor, sino que incluso permiten atisbar en lontananza un futuro más bien apocalíptico.
Este sentimiento generalizado de hundimiento progresivo afecta cada vez más negativamente a una inmensa mayoría de los seres humanos en su búsqueda de felicidad, seguridad, salud, aumentando la sensación de miedo, enfermedad, vacío, llegando en ocasiones, cada vez más frecuentes, al pánico existencial. En fin, alguien dijo que la humanidad tendrá lo que la humanidad merezca. La pregunta actual es qué es lo que esta humanidad se merece.
Toda crisis esconde muy dentro de sí desde sus causas primordiales y las dinámicas que le dieron lugar hasta las respuestas para ser superada. Aunque necesario, no basta con llegar a sus raíces a modo de diagnóstico radical, sino que desde ahí, incluso desde el fondo de su propio caos, habremos que intuir la salida de ese pozo sin aparente fondo y poner los medios para subir de nuevo a la superficie, cual modernos Dantes tratando de ascender desde el infierno.
Pero ningún problema se resuelve al mismo nivel de conciencia que se originó, Einstein dixit. Así que para empezar, necesitamos aceptar que, ya que son los políticos y los banqueros occidentales los que han creado un inmenso problema no van a ser ellos mismos los que lo vayan a poder resolver.
El salto cuántico de conciencia necesario para ello y la creatividad que le acompañaría no puede, por definición, provenir de las mismas estructuras de conciencia ni de los mismos modelos de pensamiento y comportamiento que han originado el problema en cuestión.
Esto no les es posible debido, sobre todo, a sus deficientes motivaciones (Maslow), intenciones, valores, ética, y sobre todo debido al estadio evolutivo de dicha conciencia, su psicología, e incluso nos atreveríamos a decir, “grado de evolución espiritual” reinante en el que se mueven sus principales ejecutivos y adláteres.
Y aunque pudieran, no lo querrían, al menos la banca, ese maligno intermediario entre gobiernos y ciudadanos, que ha esquilmado y sigue esquilmando a la ciudadanía, y que por si fuera poco ahora recibe el dinero de ella, nuestro dinero, para seguir haciéndolo, engañando a los de arriba y a los de abajo. Así que nadie espere que ninguno de estos estamentos del “status quo”, origen del estado del malestar y madre de la in-seguridad social, cuyo estadio mental racional-egocéntrico y dualista es cada vez más criticado, venga con soluciones verdaderas. Es sencillamente imposible.
También es irracional esperar que las cosas cambien si siempre se hace lo mismo. Y la locura es no cambiar cuando algo no funciona, sea en la vida social, en la existencia personal, en política y, por lo que al autor más toca su fibra sensible, en investigación en la oncología médica. Alegóricamente, la primera pregunta que asalta es: Si fuera de la Iglesia hay salvación, y la hay, ¿también la hay dentro del Sistema? Y si no hay salvación dentro de él, ni una buena y mucho menos santa voluntad en él, entonces ¿dónde puede estar esperando la propia esperanza? La experiencia histórica enseña que siempre que cualquier status quo ha tenido que morir, lo ha hecho matando.
Y es que cuando un modelo está agotado comienza a reverberar en círculos al principio cerrados, pero que acaban formando espirales descendentes difíciles de detener (S. Harguindey, “Krisis”, Editorial La Llave, 2007). Mientras, fuera de él, sólo malvive la pobreza, la miseria, la impotencia, el sufrimiento, la muerte injusta. Según profetizó el gran filósofo recientemente fallecido, Raimon Pannikar, “la política, como se entiende habitualmente, ha fracasado, y la situación actual del mundo no tiene futuro…. Los parches ya no funcionan y sólo una auténtica mutación, o metanoia, puede reconducirnos al camino correcto.
El Sistema y el complejo científico-tecnocrático ya no tiene cara, la metástasis es total… El Sistema aniquila a millones cada año. El peligro sigue siendo el monopolio del racionalismo moderno… El mundo hay que desarmarlo y eso sólo se puede hacer re-almando a la sociedad. El problema en su base, es espiritual”. (“El espíritu de la política”, Ediciones Península, 1999).
Por suerte, entre uno y otro estado, dentro y fuera del Sistema, está lo marginal, tantas veces denostado injustamente. Porque ahí reside esa creatividad original tan necesaria, “la creatividad del margen”. Una posición que no está dentro ni fuera de él, que no se mueve al nivel de los valores de unos, los que tienen “posibles”, ni al de los otros, aquellos para los que la vida se hace cada día más difícil, incluso imposible.
Y en la vida política esa tan añorada creatividad tampoco se halla ni a la derecha ni a la izquierda de ese modelo dualista que pervive de la confrontación, la ineficacia, la hipocresía y el egoísmo, personal o partidista, de “unos estamentos políticos cuyos miembros, por lo general, en lo que se refiere a intelecto y moralidad no puede considerárseles una representación de los sectores más avanzados de la sociedad…Y es que el destino de las naciones no puede ser dejado en manos de los irresponsables dueños del poder político”, Einstein aseveró una vez más.
Sin embargo, es en el margen donde una nueva creatividad que se nutre de un estadio psicoespiritual radicalmente más evolucionado y ascendido de la conciencia humana, un estadio conocido como unitivo e integral, uno que vive más allá y por encima de cualquier dualismo, no sólo permite sino que estimula la intuición directa y creativa, la libertad de pensamiento, la generosidad, el altruismo, una sana rebeldía, el compromiso tácito y el heroísmo silencioso.
Pertenece este a unos pocos individuos, por muchos que sean los que se manifiesten, pero cuyo número crece día a día, a pesar de que se han tenido que acostumbrar a sentirse lo suficientemente cómodos morando y esforzándose desde ese a veces bendito y otras maldito margen creativo que por ahora permanece asentado en una tambaleante y peligrosa cuerda floja muy por encima del suelo de la realidad coyuntural y de los deseos y ambiciones de la mayoría de los hombres y mujeres modernos, ese juego y búsqueda despreciable de poder-fama-dinero.